Para que no se ria de mí

En diecisiete años me dio tiempo
a dedicarle muchos poemas,
pero nunca le escribí ninguno
con la palabra “aurora”.
Ya me entendéis.
Para que no se riera de mí. Para
que no me tomara por un poeta.

Decidí ocultarle
mis ojos pequeños de frío, los grados celsius
de mi tindaya, hasta qué siempres
me había clavado a ella.

Me prohibí decirle “te amo” más de tres veces al día.
Me obligué a tratarla con dureza.
Y empecé a escribirle poemas
distintos a los que había escrito.
Poemas que no parecían poemas
para una mujer que no parecía
una mujer.

Ahora que se ha ido
y bebo despacio
del agua dudosa de mi garganta,
he vuelto a escribir poemas
que parecen poemas. Poemas
de auroras y ocasos y melancolías.
Pero no voy a publicarlos.

Ya me entendéis.
Para que no se ría de mí. Para
que no me desprecie.

Para que no me tome por un poeta.




*Primera versión 4 de octubre de 2010
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