Una mujer



Una mujer sin arpa y sin abrazos,
amazona frutal y demasiada, 
una mujer como Iratxe sin Iratxe.

A esa mujer le cambiaría cada tarde
los gladiolos y jazmines de su cuarto
y nunca le pondría veneno en su tetera.
Le contaría mis grandes mentiras enormes
con un pomelo prendido en el pecho,
y todas las noches le haría un poema de amor
poniendo a sabiendas algunos errores.
Con esa mujer bebería vino y cerveza 
hasta agotar las fuentes y las barricas 
y ponernos rojas las puntas de las narices,
y hasta le enseñaría a asustarse de los cisnes.
La besaría muy fuerte sin acabarme de saliva
y le mostraría la doble torre de mi tristeza
(aquí me duele aita, aquí me duele Iratxe)
a grandes carcajadas, mientras le explico
los rodeos de las moscas sobre las bombillas.
Con esa mujer saldría a la calle pintado de novio 
y vestido con hojas de parra transparentes,
y hablaría con ella con la misma seriedad
con la que hablan las monjas con camisones.

Pero que sea sin arpa y sin abrazos,
una mujer frutal y demasiada.
Que sea como Iratxe sin Iratxe.


*Primera versión septiembre de 2011