Soy el fracaso de Occidente.
Nada menos que el fracaso
de Occidente. Que se entere
mi madre, que se enteren
mis hermanas, ellas que decían,
ellas que pensaban.
Que nunca llegaría a nada.
Vaya que sí he llegado,
soy el fracaso de Occidente,
soy la derrota de Occidente,
soy la tragedia de Occidente,
soy el desastre de Occidente,
soy el declive de Occidente,
soy la pereza de Occidente,
soy el cansancio de Occidente.
Lástima mi padre muerto,
lástima de mis abuelos, si
supieran qué soy ahora,
que al fin he ascendido hasta
el cero, ellos que decían,
ellos que pensaban.
Que nunca llegaría a nada.
Vaya que sí he llegado:
soy el fracaso de Occidente.
El último fracaso de Occidente.
El último y flamante fracaso de Occidente.
El último y flamante y merecido fracaso de Occidente.
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Nada menos que el fracaso
de Occidente. Que se entere
mi madre, que se enteren
mis hermanas, ellas que decían,
ellas que pensaban.
Que nunca llegaría a nada.
Vaya que sí he llegado,
soy el fracaso de Occidente,
soy la derrota de Occidente,
soy la tragedia de Occidente,
soy el desastre de Occidente,
soy el declive de Occidente,
soy la pereza de Occidente,
soy el cansancio de Occidente.
Lástima mi padre muerto,
lástima de mis abuelos, si
supieran qué soy ahora,
que al fin he ascendido hasta
el cero, ellos que decían,
ellos que pensaban.
Que nunca llegaría a nada.
Vaya que sí he llegado:
soy el fracaso de Occidente.
El último fracaso de Occidente.
El último y flamante fracaso de Occidente.
El último y flamante y merecido fracaso de Occidente.
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Argüelles, lunes, 23 de agosto de 2010
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La soledad no se concede a cualquiera: a mí me ha costado mucho ganarla. La muerte de mi padre me tendió un puente de plata hacia ella: entonces dejé Lauros, dejé a mi madre, dejé a mis hermanas, dejé a mis amigos, dejé los frontones, los chimbos y las ciruelas claudias, y los dejé de tal manera que ninguno sabe de mi actual domicilio, ni de mi número de teléfono, ni de mi nombre u ocupación, y tampoco he querido ni quiero tener noticias de mi madre o hermanas, de las que ni siquiera sé si están vivas... Desde hace más de cinco años la locura me ha hecho nido con tal fuerza que todos los lugares se me hacen Dinamarca y todos los hombres Laertes: hasta me fui a una notaría de Madrid y rechacé las herencias que me correspondían, sólo por olvidarme de mi pasado y convertir mi existencia en un asunto privado con la muerte. Yo no quiero, yo no tengo derecho a ser feliz si mi padre está muerto: a esta divisa estúpida he reducido mi futuro. Aún me quedaban un perro que no era un perro y una chica que no era una chica como los únicos obstáculos hacia la soledad absoluta, como los dos estorbos que seguían insistiendo en hacerme feliz, pero se acabó: el perro se murió, la chica me ha dejado. Lo conseguí y debo congratularme: al fin he ascendido hasta el cero. Ya estamos juntos. Yo y la soledad. La soledad y yo.
Qué formidable pareja.
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Qué formidable pareja.
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