Homenaje a Michael Collins (en el cuarenta aniversario de la llegada del hombre a la luna)

No sólo el recuerdo leonado
de Neil Amstrong, su pisada de plata,
la letra rampante de Buzz Aldrin,
el sueño de Kennedy,
las grandes frases rizadas y taconadas,
no sólo
los cablegramas, los titulares trajanos,
el júbilo azuleando las pantallas,
yo
quiero
recordar
también
a
Michael
Collins,
el hombre sin palisandros,
el hombre con patas de pájaro,
el cara de palo y primera rama,
solo en su nave espacial,
a vueltas con la luna,
casi a punto de tocarla,
el sacrificado, el silencioso,
el que no pudo pisarla,
el que no alcanzó a ver
sus caracoles muertos
para que otros fueran para que otros pusieran
sus nombres sus trufas sus pomelos de oro,
yo
quiero
recordar
también
a
Michael
Collins
y a todos los Michael Collins del mundo,
a los palafrenes, a los cristaleros, a los hefestiones,
a los sanchos, a los que no libran el jueves,
a los que trabajan sin fábula
para que los demás sean fabulosos,
a los que escriben sin palabras
para que los demás sean palabristas,
a los tambienes, a los inéditos y apartados,
a los siempre incógnitos, a los apétalos,
a los guardianes, a los segundos, a ellos.


Batania