Hace poco pero mucho tiempo,
tanto como un fémur o un mediodía,
yo amé a una chica de ojos azules,
diecisiete años llenos de ojos azules,
doscientos cuatro meses de ojos azules,
seis mil ciento veinte días de ojos azules,
y nunca le perdonaré
que me dejara con los ojos abiertos,
que me dijera basta con los ojos abiertos,
que me tirara al vacío con los ojos abiertos,
que me pasara a pistola con los ojos abiertos,
porque ahora no logro acordarme
de las fuentes antiguas de sus ojos azules,
los diecisiete años mirando sus ojos azules,
los doscientos cuatro meses de ojos azules,
los seis mil ciento veinte días de ojos azules,
y sólo me queda su mirada puñal y definitiva,
los ojos azules y traidores,
los ojos azules y póstumos,
increíblemente abiertos aquella tarde,
mientras los gorriones volaban como gorriones
y el cielo era el cielo de todos los días.