caja desastre con trozos que ha ido "olvidando" el poeta neorrabioso Batania por la red y surgida de un impulso espontáneo tras la vigésimoquinta vez que este poeta ha decidido eliminar sus blogs y para ahorrarme un nuevo disgusto.
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Batania desmembrado y recompuesto
La casa sola
Entonces,
una noche de nunca es tarde,
al ver a mi muerto muerto, a mi único muerto,
muerto,
comencé a hacer la maleta
y le dije no sé a quién
(pues es raro, en estos tiempos,
encontrar a alguien que escuche)
que Vizcaya era sólo una palabra, que Euskadi
sólo una palabra,
que eran sólo palabras y no las mejores,
le dije,
las palabras.
Todavía hoy,
a la tercera cerveza y sin que nadie me pregunte,
levanto la voz para decir
que yo solo,
con todas mis espinas y linternas de noche,
soy mucho más
que Euskadi entera
(aunque quizá sea menos
que ese gato sin paraguas);
que yo solo,
con mis camisas faltas de grafía,
soy mucho más
que toda España
(aunque quizá no tanto
como un lirio con leucemia);
sin poder detenerme,
como caminando con la cintura
de un pájaro, he dicho
que no sé qué máscaras son Noruega o Argentina,
qué diccionarios Brasil o Mozambique
(aunque sí conozco las nóminas de 815 euros,
unos ojos azules cuando miran como los tuyos,
un plato de arroz, o las colas de los hospitales).
Qué miedo tiene
el que olvidó el mañana de sus raíces; el que
abandonó el nosotros perfecto para ser innumerable; el que
sólo pisa caminos rotos y océanos de impureza.
Qué miedo tiene
el que busca su derrota con la miel en los dientes; el que
sueña con lugares de alazanes sin alambradas; el que
cuenta las horas que le faltan para matar a Clitemnestra.
Qué miedo aquél
que una noche llegó a casa
y la casa estaba sola,
y la puerta cerrada,
y su padre muerto,
y de pronto quiso estar
en los archivos de la policía.